sábado, 25 de enero de 2020

(73) Serie Jerusalén III-A: Caída de Acre

La caída o sitio de Acre (1291)
Antecedentes, esfuerzos defensivos, apoyo europeo, masacre de musulmanes, Preparativos bélicos, fuerzas contendientes.

La Caída de Acre, también llamada Sitio de Acre, tuvo lugar en 1291 y resultó en la pérdida de la ciudad de Acre de manos cristianas. Es considerada una de las batallas más importantes del período, y frecuentemente es mencionada por los historiadores como el evento que marcó el fin de las Cruzadas. Cuando Acre cayó, los cruzados perdieron su última gran fortaleza en el Reino Cristiano de Jerusalén. Sin embargo, aún mantuvieron bajo su control una fortaleza, al norte, en la ciudad de Tartus (Siria), y realizaron varias incursiones costeras así como un intento de reconquista desde la pequeña isla de Arwad, que posteriormente perdieron también en 1302 en el Sitio de Arwad. Para entonces, los cruzados ya no poseían tierras, ciudades o fortalezas en Tierra Santa. 
Antecedentes

El principal punto de inflexión de las Cruzadas fue en 1187, cuando después de la batalla de los Cuernos de Hattin, los cristianos perdieron Jerusalén contra las fuerzas de Saladino. La base de operaciones de los cruzados se desplazó entonces al norte, y fue instalada en Acre por los siguientes cien años. Las órdenes militares tenían sus cuarteles dentro o cerca de Acre, desde donde decidían en qué batallas debían luchar y en cuáles no. Por ejemplo, cuando los mongoles vinieron desde el Este, los cristianos los vieron como aliados potenciales, pero también mantuvieron una posición de cautelosa neutralidad con las fuerzas musulmanas de los mamelucos egipcios. En 1260, los comandantes de Acre permitieron a los mamelucos pasar por su territorio sin obstaculizarles el paso, para que lograran una victoria decisiva contra los mongoles en la crucial batalla de Ain Jalut, en Galilea.
Aun así, la mayoría de las relaciones con los mamelucos no eran tan cordiales. Después de la fundación del Sultanato Mameluco en Egipto en el año de 1250, la destrucción de los territorios cruzados restantes era la única vía para lograr la paz. Después de la batalla de Ain Jalut, las fuerzas de los mamelucos comenzaron a atacar las posesiones cristianas, iniciando en 1261 y siendo comandadas por el sultán Baibars. En 1265 Cesarea y Arsuf cayeron ante el Sultán. Al año siguiente aconteció la pérdida de todas las ciudades importantes de Galilea. 1268 supuso un año negro para los cristianos de Oriente. Primero Baibars se apoderó de Jaffa y del castillo de Beaufort defendido por la Orden del Temple y después subió en dirección norte hacia Antioquía y le puso sitio. El día 18 de mayo las tropas del sultán abrieron brecha en las murallas por donde se colaron los mamelucos en tropel. La gran ciudad había perdurado por más de 160 años como capital franca y su gobernante Bohemundo VI vio su título rebajado a conde.

Para ayudar a reponer estas pérdidas, unas cuantas expediciones cruzadas dejaron Europa para marchar hacia el Este. La frustrada Cruzada de Luis IX de Francia hacia Túnez en 1270 fue uno de estos intentos. La insignificante Novena Cruzada del Príncipe Eduardo (posteriormente Eduardo I) de Inglaterra 1271-1272 fue otra. Ninguna de estas expediciones fue capaz de brindar apoyo alguno a los sitiados estados latinos. Las fuerzas expedicionarias eran muy pequeñas, la duración de las Cruzadas muy corta, los intereses de los participantes muy diversos como para dar cabida a algún éxito sólido.
El papa Gregorio X se esforzó en excitar el entusiasmo general para lograr otra gran cruzada, pero lo hizo en vano. El fallo de su llamamiento fue atribuido por los consejeros del Papa a la holgazanería y vicios de la nobleza europea y también a la corrupción de los clérigos. Por increíble que parezca, cada uno de estos factores fueron expresados sólo para avergonzar y acusar, ya que una razón más básica para el fallo parece ser la pérdida de la importancia del espíritu de las Cruzadas. El uso por parte de los predecesores del papa Gregorio X de los permisos y privilegios de la Cruzada para reclutar ejércitos que pudieran luchar contra los enemigos europeos del Papado no hizo más que desacreditar el movimiento entero.

En cualquier caso y a pesar de los esfuerzos del Papa, no se pudo lograr una cruzada de mayor importancia que las expediciones arriba descritas. Sin embargo, los ataques al Reino de Jerusalén no sólo continuaron, sino que aumentaron su frecuencia y contundencia. Lo mismo sucedió con las dificultades internas entre lo que quedaba de los Reinos Latinos. Para 1276, la situación, tanto interna como externa, se había vuelto tan peligrosa que el Rey de Jerusalén, Enrique II, se había retirado de Palestina para irse a vivir a la isla de Chipre. La desesperada situación del Reino Cristiano empeoró. En 1278, Latakia cayó. En 1289 Trípoli fue perdida.

Esfuerzos defensivos

Alianza Franco-Mongola

Los esfuerzos francos fueron retomados para firmar una alianza franco-mongola entre Europa y los mongoles, siendo con el líder mongol Arghun particularmente proactivos. Con Acre en gran peligro, el papa Nicolás IV proclamó una cruzada y negoció términos con Arghun, Haitón II de Armenia, los jacobitas, los etíopes y los gregorianos. El 5 de enero de 1291 el Papa dirigió un discurso a todos los cristianos para salvar la Tierra Santa y los predicadores comenzaron a reunir cristianos que siguieran a Eduardo I en una Cruzada. Sin embargo, todos estos intentos de montar una ofensiva combinada eran muy pequeños y muy tardíos. En sus cartas a los gobernantes occidentales, Arghun se comprometió a realizar una ofensiva en el invierno de 1290, con planes de estar en Damasco en la primavera de 1291:
Bajo el poder del eterno cielo, el mensaje del gran rey, Arghun, al rey de Francia..., decía: He aceptado la palabra que vuestra merced ha enviado por medio de los mensajeros bajo Saymer Sagura (Bar Sauma), diciendo que si los guerreros del Khan invaden Egipto vuestra merced les apoyará. Nos os ofrecemos también nuestro apoyo yendo allí para el fin del invierno del año del Tigre (1290), adorando el cielo, y estableciéndonos en Damasco a la primavera siguiente (1291). Carta de Arghun a Felipe el Hermoso, 1289, Archivos Reales de Francia.
A pesar de todo, Arghun estaba moribundo y murió el 10 de marzo de 1291, poniendo fin a sus esfuerzos en favor de un plan conjunto.

Apoyo europeo

Consecutivo a la caída de Trípoli, el rey Enrique II de Chipre envió a su senescal, Juan de Grailly, hacia Europa para conseguir monarcas europeos que ofrecieran ayuda a la crítica situación en Levante.​ Juan se entrevistó con el papa Nicolás IV, quien compartió sus preocupaciones y escribió una carta a las potencias europeas instándolas a tomar cartas en el asunto concerniente a la Tierra Santa. Sin embargo la mayoría estaban tan preocupados por la cuestión del Papa de organizar una Cruzada, como lo estaba el rey Eduardo I, quien tenía problemas en sus tierras.

Sólo un pequeño ejército de campesinos y pueblerinos desempleados y sin entrenamiento militar, provenientes de Toscana y Lombardía, se unieron a la causa. Fueron transportados en veinte galeras venecianas. A la cabeza de este grupo iba Nicolás Tiepolo, el hijo del Dogo, que contó con la asistencia de Jean de Grailly y Roux de Sully. Mientras viajaban hacia el Este, la flota se unió a siete galeras del rey Jaime II Rey de Sicilia, que deseaba ayudar a pesar de sus conflictos con el Papa y la República de Venecia.
Masacre de musulmanes

La tregua firmada por Enrique y Qalawun había restablecido en Acre un poco de confianza. Lo que produjo una reanudación del comercio. En el verano de 1290 los mercaderes de Damasco empezaron a enviar de nuevo sus caravanas a las ciudades francas de la costa. Aquel año se recogió una buena cosecha en Galilea y los campesinos musulmanes abarrotaron con sus productos los mercados de Acre.

En agosto, en plena prosperidad, llegaron los cruzados italianos. Desde que arribaron fueron un problema para las autoridades. Eran desordenados, borrachos y pendencieros y sus jefes, que no les podían pagar con regularidad, tenían escaso control sobre ellos. Los recién llegados alegaron que habían ido a luchar contra el infiel y por lo tanto comenzaron a atacar a los mercaderes, a los campesinos y a los ciudadanos musulmanes de Acre.

Según narra Amin Maalouf:

"Poco después de la llegada de los italianos comienzan los problemas. Asaltan por las calles a unos mercaderes damascenos, los desvalijan y los dejan por muertos. Las autoridades consiguen restablecer el orden a duras penas pero, a finales de agosto, la situación se agrava. Tras un banquete acompañado de copiosas libaciones, los recién llegados se dispersan por las calles, acosan y luego degüellan sin piedad a todo aquel que lleva barba. Tanto cristianos como musulmanes resultan muertos."

Otras fuentes indican que un mercader musulmán había seducido a una dama cristiana cuyo esposo, al enterarse, llamó a sus amigos para vengarse. De repente, la turba cristiana se precipitó por las calles de la ciudad y los suburbios matando a todo musulmán que encontrarán. Lo que comenzó como carnicería terminó en batalla, pues muchos musulmanes se defendieron desde sus azoteas con rudimentarias armas. Los caballeros de las órdenes estaban horrorizados ante la carnicería pero todo lo que pudieron hacer fue salvaguardar a algunos musulmanes en sus castillos y arrestar a los cabecillas.
Estas muertes le dieron al sultán mameluco, Qalawun, el pretexto que necesitaba para atacar la ciudad. Qalawun pidió que los culpables de la masacre le fueran entregados de manera que él pudiera aplicar justicia. Después de ciertas discusiones acerca de la posibilidad de encerrar a las masas asesinas en las cárceles de Arce, idea propuesta por Guillaume de Beaujeu, el Concilio de Acre finalmente rehusó entregar a nadie Qalawun y en su lugar argumentaron que la culpa la tuvieron los musulmanes puesto que, según el Concilio, estos habían intentado sublevarse.

A pesar de que una tregua de diez años había sido firmada en 1289, Qalawun consideró que la tregua había sido rota tras la masacre de musulmanes. En octubre, Qalawun ordenó una movilización general.

Preparativos bélicos

Desgraciadamente, el Sultán murió en noviembre de 1290,​ sin embargo, rápidamente fue sucedido por su hijo Al-Ashraf Jalil, quien había jurado a su padre, en el lecho de muerte, terminar la empresa que él dejó inconclusa. Sin tiempo que perder se puso a la cabeza de las tropas y reinició la marcha, capturando a su paso las caravanas que llevaban suministros y ayuda para Acre. Durante la marcha se presentaron varias escaramuzas con patrullas de templarios que vigilaban la zona, cuyos integrantes fueron hechos prisioneros. Mientras el ejército marchaba, Jalil escribió al Gran Maestre del Temple, Guillaume de Beaujeu advirtiéndole que reconquistaría Acre para el Islam.

Dentro de los muros, los Maestres del Temple, Guillermo Beaujeu y del Hospital Jean de Villiers, habían hecho venir a sus mariscales Pedro de Sevrey (que había reemplazado a Godofredo de Vendac como Mariscal de la Orden) y Mateo de Clermont y habían reunido todas sus tropas disponibles. También estaba presente el recién nombrado Maestre de la Orden de los Caballeros Teutónicos, Conrado Feuchtwangen, y había traído consigo muchos caballeros de Europa. El rey Enrique II de Chipre que había sido coronado en Chipre en 1285 y reconocido como señor del reino de Jerusalén el 15 de agosto de 1286, envió un contingente al mando de su hermano Amalarico. El Rey de Francia mantenía tropas en la ciudad desde la época de Luis IX al mando de Juan de Grailly y el rey inglés también envió algunos caballeros mandados por Otón de Grandson.
Fuerzas contendientes y preparación de la batalla

Algunas fuentes cristianas (cuyas cifras son exorbitantes) afirman que Jalil tenía bajo su mando 60.000 soldados de infantería y unos 20.000 de caballería, que junto a las 72 eficaces catapultas (algunas fuentes indican 100 catapultas) demostraron ser muy superiores a las defensas de la ciudad: 14.000 soldados a pie y 800 caballeros, a éstos se le suman 2.000 hombres que zarparon desde Chipre comandados por el rey Enrique II. Se estima que la población de Acre en la época oscilaba entre los 30.000 o 40.000 habitantes.

La Ciudad Real de San Juan de Acre estaba situada de espaldas al mar Mediterráneo, rodeada de agua por el sur, por el este y por el oeste, formaba una pequeña península y dominaba la bahía que llevaba su nombre. Tenía una doble fila de murallas y doce torres que habían sido reforzadas hacía poco. En la parte norte se encontraba el barrio de Montmusart y, al sur de éste, la muralla torcía bruscamente en dirección oeste y formaba un ángulo recto bajando en dirección sur hasta encontrar el mar. Todo este saliente era dominado por la Barbacana del Rey Hugo. El castillo del rey, ocupado por la Orden del Hospital, estaba situado delante del barrio de Montmusart y pegado a la muralla interior.

Acre sólo tenía tres puertas terrestres, la de Maupas en el norte dando acceso al Montmusart, la de San Antonio en la parte central junto al castillo y la de San Nicolás en la sección este. El Consejo de Acre determinó que la parte central de la muralla era la más vulnerable a pesar de contar con las torres de la Condesa de Blois (cuya construcción fue pagada por Alicia de Bretaña, condesa viuda de Blois), Inglesa (financiada con oro del rey Eduardo I), del Rey Enrique (construida por Enrique II de Chipre), la torre Maldita y la barbacana del rey Hugo donde se estableció la defensa de las tropas enviadas por el rey Enrique.
El 5 de abril, al amanecer, el ejército musulmán fue divisado por los guardias de la muralla norte. Los soldados se prepararon y todos los campesinos de villas cercanas se establecieron intramuros. Los mamelucos por su parte hicieron lo mismo, montaron sus tiendas frente a los muros de la ciudad y construyeron las máquinas de asedio, de las cuales destacaban dos. La una llamada "La Victoriosa" (construida por el ejército de Hama) y la otra llamada "La Furiosa" (construida por los hombres de Damasco) y muchos mandroneles ligeros de un tipo muy eficaz llamados "Bueyes Negros".

Arriba, en el norte de Montmusart, ocupándose de la puerta de Maupas, se organizó la Orden del Temple y frente a éstos, el ejército de Hama al mando de su señor Al-Malik. Después del Templo y hasta la Torre de San Antonio, se situó la Orden del Hospital enfrentándose al ejército de Damasco mandado por Ruk ad-Din Toqsu.

En la sección central de las murallas se hallaban los hombres del Rey, comandados por su hermano Amalarico, y apoyados desde la Torre Maldita por los Caballeros Teutónicos, bajo el mando de Konrad von Feuchtwangen. A la derecha se hallaban los caballeros franceses e ingleses, comandados por Juan de Grailly y Otón de Grandson, después las tropas de venecianos y pisanos y por último las de la Comuna de Acre. Las tropas del sultán se hallaban acampadas a todo lo largo de la sección oriental de la muralla (desde la puerta de San Antonio hasta el mar). El sultán mismo tenía montada su tienda frente a la torre del Legado, no muy lejos de la costa.


Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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