Mercaderes, emigrantes, mensajeros, militares, religiosos, nobles, recaudadores de impuestos, artesanos, prostitutas, artistas, juglares, estudiantes, intelectuales, vagabundos, mendigos, etc.
Los campesinos viajaban para vender sus productos en las ferias y mercados locales. Realizaban trayectos cortos, normalmente hasta la villa más cercana. Es sabido que en el interior de Mallorca, por ejemplo, muchos morían sin haber visto nunca el mar.
Con el descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago en Galicia a principios del siglo IX, el Camino de Santiago deviene la principal ruta de peregrinación y se configura como un eje que contribuirá a vertebrar Europa. Esto conlleva que viajen muchas más personas.
Las repoblaciones o colonizaciones posteriores a las grandes conquistas conllevaban movimientos migratorios en masa, sobretodo de campesinos que buscaban nuevas tierras y un futuro mejor para los suyos.
Todo el mundo caminaba con frecuencia. La no existencia, en la Edad Media, de medios mecánicos de locomoción suponía que las personas tuvieran unas piernas fuertes, acostumbradas a caminar. Este dato se ha podido documentar con el estudio forense de esqueletos de la época.
2. ¿Cuánto duraban los viajes?
Por Tierra
Los trayectos duraban desde la salida del sol hasta la puesta incluso cuando era necesario ir y volver en el mismo día.
A pie, la distancia media recorrida en un día era de unos 25 kilómetros y podía llegar a los 50 ó 60 en el caso de los mensajeros profesionales (auténticos atletas).
A caballo, el trayecto diario podía rondar entre los 60 y los 100 kilómetros. Eso significa que atravesar la actual Francia podía conllevar entre 12 y 20 días (con buen tiempo y sin la aparición de dificultades añadidas).
Por los ríos
En la navegación fluvial la velocidad era muy distinta según si se viajaba a favor o en contra de la corriente. Por ejemplo viajar por el Ródano de Lion a Aviñón conllevaba 24 horas, y de Aviñón a Lion hasta un mes.
Por Mar
Para navegar de Túnez a Mallorca se necesitaban 2 ó 3 días; de Túnez a Génova o Pisa, 7; de esas ciudades italianas a Mallorca, 3; y de Alejandría a Barcelona, 14. Se trata de tiempos medios. Los tiempos reales podían diferir muchísimo según las condiciones meteorológicas y el número de escalas.
3. ¿Cómo se viajaba?
Por Tierra
Los viajes por tierra seguían la antigua red de deterioradas vías romanas, que no se empezaron rehabilitar hasta el siglo XII.
Se usaban listas de trayectos. Casi nunca se utilizaban mapas de caminos, que empezaron a difundirse en el siglo XIV. La información oral era la más usada y solía ser la más válida y actualizada.
Era frecuente viajar en grupo y con mucha carga: mercancías, comida, pienso, armas, herramientas, tiendas, ropa, dinero, documentos, etc. Los peregrinos viajaban más ligeros de equipaje.
Viajar resultaba caro: porteadores, ropa adecuada y elegante, peajes, propinas, alojamiento, comidas, veterinarios, etc.
El vino era la bebida más recomendable para viajar. El agua era insalubre, especialmente en las ciudades.
En la Edad Media los vehículos rodados como los carros eran útiles para recorrer distancias cortas, pero se utilizaban poco en los viajes largos debido al mal estado general de los caminos.
La montura era un medio muy utilizado: caballo, mula o asno. Evitaba la fatiga del caminar, permitía la carga y se adaptaba bien a los caminos rústicos. Normalmente no se iba al galope, ni siquiera al trote. Frecuentemente se trataba de animales de alquiler.
Por Mar
Para los recorridos largos entre ciudades costeras se prefería la vía marítima a la terrestre por ser más rápida y cómoda (por ejemplo entre Barcelona y Génova).
En el Mediterráneo, en vez de adentrarse en alta mar, se practicaba mucho la navegación de cabotaje, es decir, «de cabo a cabo», sin perder de vista la costa. Eso les permitía refugiarse en los puertos en caso de mal tiempo.
Se solía navegar sobretodo en verano (preferentemente en junio y julio) cuando el mar está más calmado.
Las fuerzas motrices de las embarcaciones eran el remo (en la galera y el laúd) y la vela (en la nao, la coca y la carabela). Este último sistema se combinaba con el uso de remos.
Los métodos más habituales para mantener el rumbo eran, de día, la posición del sol y la suelta de pájaros embarcados y, de noche, las estrellas.
En la Baja Edad Media se difundieron entre los navegantes europeos diversos avances científicos que facilitaron la navegación de altura y con pocas escalas. La mayoría de ellos fueron introducidos por los marineros islámicos: la vela triangular latina (siglo XII), la brújula (hacia 1200), el timón de popa (siglo XIII) y las primeras cartas marítimas (siglo XIII). El astrolabio y el cuadrante no se difundieron hasta el siglo XV.
Los mercaderes genoveses y venecianos comerciaban con el lejano Oriente, pero no lo hacían directamente, sino a través de los intermediarios de Asia Menor que hacían de puente entre los barcos y las caravanas de la Ruta de la Seda.
En la Baja Edad Media el único servicio regular de pasajeros en todo el Mediterráneo era la galera que anualmente hacía el trayecto de Venecia a Tierra Santa cargada de peregrinos.
Por los Ríos
Algunos de los recorridos continentales que hoy realizamos por carretera podían efectuarse por vía fluvial (por ejemplo a lo largo del Ródano y del Ebro, hasta Zaragoza).
La navegación fluvial requería el pago de peaje y era utilizada sobretodo para las mercancías.
La navegación fluvial se complementaba muy bien, tanto con la navegación marítima como con las rutas terrestres.
La construcción de embalses en los grandes ríos impediría hoy esta forma de viaje.
4. ¿Dónde dormían los viajeros?
En Tierra
Existía una red limitada de posadas. En los caminos más importantes había hospitales (es decir hostales, normalmente vinculados a la Iglesia, que acogían pobres y peregrinos por un tiempo limitado).
La hospitalidad en las casas de campo era una práctica frecuente que, en algunos países, era obligatoria.
Carlomagno instó a los obispos a fundar hospederías diferenciadas para pobres y ricos, adelantándose así a la categorización actual de los hoteles por estrellas.
En el Mar
En los viajes marítimos era mejor dormir en el puente que bajo cubierta, donde el calor y el mal olor eran insoportables. Los pasajeros no llevaban ropa de recambio, quedaban infestados de piojos y en las letrinas entraban las olas.
5. ¿Qué podía pasar durante el viaje?
En Tierra
Algunas posibles incidencias eran: los atracos de bandoleros, los peajes imprevistos, el cansancio de los caballos, guerras, pestes, accidentes, un puente roto, una nevada, etc.
El calzado de la época aguantaba poco las largas caminatas, por lo que muchos viajaban descalzos.
La larga duración y la dureza de los grandes viajes como las peregrinaciones implicaba que un elevado número de viajeros perdieran la vida en los trayectos.
En el Mar
Los peligros más graves eran la piratería, el corso y los naufragios.
Los seguros marítimos no aparecieron hasta el siglo XV y contribuyeron al impulso de la navegación comercial.
En Tierra y en el Mar
La existencia de monedas locales implicaba tener que cambiar dinero con frecuencia. Esa práctica suponía muchos abusos.
La diversidad de medidas locales representaba un verdadero problema, especialmente para los mercaderes.
El desconocimiento de las costumbres era con frecuencia una dificultad; las leyes de ámbito local no solían amparar a los foráneos.
El latín seguía siendo, en toda la orilla norte del Mediterráneo, una especie de lingua franca comprensible para la mayoría de personas.
(texto extraído y adaptado de: rutasramonllull.com)
Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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