jueves, 12 de diciembre de 2019

(35) La sangría de los Castillos Templarios

CASTILLOS EN OCCIDENTE
Construir y mantener estos bastiones consumía una gran parte de los recursos de la orden del Temple.

La orden del Temple nació como un instituto militar, con la función de ejercer la defensa y dar protección a los peregrinos cristianos que viajaban a Tierra Santa. A lo largo del siglo XII fueron construyendo castillos y fortalezas tanto en Siria y Palestina como en sus encomiendas de Occidente.

Fue a partir de estas encomiendas como se organizó la orden. Desde mediados del siglo XII, el Temple logró articular una amplia red de ellas. Cada encomienda funcionaba como una unidad de explotación económica y un centro de generación de rentas cuyos beneficios se entregaban a la orden, que los administraba con una visión global. Casi todas contaban con tierras de cultivo, ganado y bosques. Una parte de las ganancias se destinaba a la compra de bienes inmuebles (tierras, casas o tiendas), que les proporcionaban rentas constantes de cara al futuro. Otra parte se destinaba a construir fortalezas y a mantener el ejército del Temple en permanente estado de guerra.

En la península ibérica levantaron algunos de los más grandes castillos.

Levantar esas fortalezas, algunas de gran tamaño, demandó fondos crecientes. Toda una red de castillos templarios se extendía por los países de la cristiandad en los que se establecieron. En la península ibérica, tierra de cruzada, al fin y al cabo, por la presencia de musulmanes en Al-Ándalus, levantaron algunos de los más grandes castillos, como los de Monzón (Aragón), Miravet y Tortosa (Cataluña), Peñíscola (Valencia), Ponferrada (León), Caravaca de la Cruz (Murcia), Jerez de los Caballeros (Extremadura) o Tomar (Portugal).
CASTILLOS EN ORIENTE
En Tierra Santa levantaron una importante red de castillos. Algunos fueron destruidos en las guerras de las cruzadas, pero otros aún se mantienen en pie, si bien en ruinas. Una de sus más notables fortalezas estaba ubicada en la ciudad de San Juan de Acre. Allí tenía el Temple su sede central y su tesoro cuando, en 1291, esta plaza fue atacada por los musulmanes. El castillo del Temple en Acre era un macizo edificio al que llamaban “la Bóveda”. Tomada al asalto tras un intenso bombardeo con catapultas y máquinas de asedio, se derrumbó estrepitosamente después de ser minada por zapadores musulmanes.

Los templarios levantaron sus castillos en lugares estratégicos del reino de Jerusalén, como el famoso castillo Peregrino, o Atlit, una gran fortaleza erigida en el transcurso de la quinta cruzada, a comienzos del siglo XIII, en la costa de Israel, unos pocos kilómetros al sur de la ciudad de Haifa. Esta gran fortaleza, que tenía fama de inexpugnable, se evacuó el 14 de agosto de 1291; fue la última fortaleza del Temple en Tierra Santa. Otros castillos formidables fueron el de Gaston o Baghras, construido para la defensa de Antioquía, el castillo Blanco, el de Jacob, perdido en 1179, o las fortalezas de Sidón, Gaza y Tortosa.
Los castillos templarios ofrecen una presencia imponente, sobre todo los de las grandes encomiendas, pues eran los que contenían un mayor contingente de caballeros, sargentos, escuderos y criados. Las grandes fortalezas comprendían un castillo o un gran torreón, la iglesia o capilla, la sala capitular para las reuniones de los caballeros de la encomienda, el refectorio para las comidas en común, el dormitorio colectivo, las cuadras para los caballos y acémilas, almacenes para provisiones y equipos y una sala especial para los ritos iniciáticos, donde velaban sus armas los neófitos antes de ser nombrados caballeros.

LA PÉRDIDA DE SAN JUAN DE ACRE A FINALES DEL SIGLO XIII
La construcción de estos castillos y fortalezas distrajo enormes sumas de dinero de la caja del Temple, y eso a pesar de que algunos fueron levantados con la ayuda de los peregrinos, como ocurrió con ciertas fortalezas de Tierra Santa. Además, no solo había que erigirlos; también mantenerlos en buen estado y dotarlos de las fuerzas y el equipo necesarios para su operatividad, lo que suponía disponer de varios miles de hombres para defenderlos.
El coste de estas fortalezas era tan desmesurado que, en la segunda mitad del siglo XIII, conforme fueron disminuyendo las rentas, los intereses de sus préstamos y las donaciones, la orden del Temple tuvo serias dificultades para cubrir los gastos que conllevaban.
(Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 576 de la revista Historia y Vida.) 



Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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