A los no-musulmanes se les otorgó el estatus de Dhimmi (las personas bajo protección), con los hombres adultos pagando un impuesto "Yizia", equivalente a un dinar por año con exenciones para los ancianos y los discapacitados. Aquellos que no eran ni cristianos ni judíos, como los paganos, recibieron el estatus de Majus.[29] El tratamiento de los no-musulmanes en el Califato ha sido un tema de considerable debate entre los estudiosos y comentaristas, especialmente aquellos interesados en establecer paralelos con la coexistencia de musulmanes y no musulmanes en el mundo moderno.
Los judíos constituían más del cinco por ciento de la población. Al-Andalus fue un centro clave de la vida judía durante la temprana Edad Media, produciendo importantes académicos y una de las comunidades judías más estables y ricas. El período más largo de tolerancia relativa comenzó después de 912 con el reinado de Abderramán III y su hijo, Alhakén II, cuando los judíos de al-Andalus prosperaron, dedicándose al servicio del Califato de Córdoba, al estudio de las ciencias, del comercio y la industria, especialmente el comercio de seda y esclavos, promoviendo así la prosperidad del país. El sur de Iberia se convirtió en un asilo para los judíos oprimidos de otros países.
Bajo los almorávides y los almohades hubo una persecución intermitente de judíos, pero las fuentes son extremadamente escasas y no dan una imagen clara, aunque la situación parece haberse deteriorado después de 1160. Hubo pogromos musulmanes contra judíos en al-Andalus ocurridos en Córdoba ( 1011) y en Granada (1066). Sin embargo, las masacres de dhimmis son raras en la historia islámica.
Los almohades, que habían tomado el control de los territorios magrebíes y andaluces de los almorávides en 1147, superando con creces a los almorávides en perspectiva fundamentalista, y trataron a los no musulmanes con severidad. Ante la elección de la muerte o la conversión, muchos judíos y cristianos emigraron. Algunos, como la familia de Maimónides, huyeron al este a tierras musulmanas más tolerantes.
Cultura, esplendor cultural
La España musulmana tuvo un desarrollo notable en la cultura. La creación de redes de escuelas y universidades contribuyó la atracción de la cultura andalusí, que ejerció sobre los reinos cristianos.
El islam dejó su huella más característica en la arquitectura. La mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada son dos ejemplos de ésta, que así puedo surgir el arte hispanoárabe, que añadió elementos específicos a la tradición arquitectónica islámica: el arco de herradura, los arcos policromados, los mosaicos y la ornamentación en relieves de yeserías.
Ciencia en Al-Ándalus
A semejanza de lo que sucedió en el dominio artístico, los árabes y bereberes que se asentaron en la península ibérica el siglo VIII comenzaron por recurrir a los saberes legados por la civilización visigoda. Progresivamente, fruto de los contactos con Oriente (en el contexto, por ejemplo, de la peregrinación a La Meca) y del deseo de algunos soberanos del al-Ándalus en hacer de sus cortes centros de saber que rivalizasen con las ciudades del Oriente Medio, se desarrolló en al-Ándalus una ciencia que presentó aspectos de gran originalidad. Así, mientras que el resto de Europa permanecía en la Edad Oscura del conocimiento, al-Ándalus florecía. La ciudad de Córdoba era uno de los centros culturales más importantes del Imperio islámico clásico (y de toda Europa), el otro fue Bagdad.
Todas las disciplinas científicas se impartían en madrasas (del árabe madrasa), en las que el intercambio de estudiantes con el mundo islámico del otro lado del Mediterráneo era importante.
Abderramán II fue uno de los primeros gobernantes que se esforzó por convertir la corte cordobesa en un centro de cultura y sabiduría, reclutando con este objetivo a varios sabios del mundo islámico. Uno de ellos fue Abbás Ibn Firnás, que aunque fue contratado para enseñar música en Córdoba, brevemente se interesó por otros campos del saber, como el vuelo; él sería el autor de un aparato volador hecho de madera, con plumas y alas de grandes aves (una especie de ala delta). Decidido a probar su obra, se tiró de un punto alto de la ciudad y según los relatos, consiguió volar durante algún tiempo, pero acabó por despeñarse, sufriendo algunas heridas. En su casa, Ibn Firnás construyó un planetario, en el cual no sólo se reproducía el movimiento de los planetas, sino también fenómenos como la lluvia y el granizo.
En el campo de la astronomía, deben destacarse los trabajos de Al-Zarqali que vivió en Toledo y en Córdoba el siglo XI y que es conocido en Occidente por su nombre en latín, Azarquiel. Se hizo notable por la construcción de instrumentos de observación astronómica, habiendo inventado la azafea, un tipo de astrolabio que fue usado por los navegantes hasta al siglo XVI. Defendió también que la órbita de los planetas no era circular, sino elíptica, anticipándose a Johannes Kepler en este campo.
Al-Zahrawi (936-1013), más conocido como Abulcasis, médico de la corte del califa Alhakén, fue un importante cirujano de al-Ándalus. Es conocido como autor de la enciclopédia al-Tasrif, en la cual presentó sus procedimientos quirúrgicos (amputaciones, tratamientos dentales, cirugías oculares...). Esta obra sería traducida al latín y usada en Europa en la enseñanza de la medicina durante la Edad Media.
En botánica y farmacología, Ibn al-Baitar (nacido en Málaga a finales del siglo XIII) estudió las plantas de la península ibérica, el norte de África y Oriente gracias a los viajes que realizó por estas regiones. Fue autor de la obra Kitāb al-Jāmiʻ li-mufradāt al-adwiya wa-l-aghdhiya, en la cual listó 1400 plantas con sus respectivos usos medicinales; aunque se basó en los antiguos tratados griegos de botánica, Ibn Baitar presentó el uso medicinal de cerca de 200 plantas hasta entonces desconocidas. Ibn al-‘Awwam, residente en la Sevilla del siglo XII, escribió un tratado agrícola titulado Kitab al-fila-hah, uno de los trabajos medievales más importantes en esta área. En él listaba 585 especies de plantas y 50 de árboles de fruto, indicando cómo debían ser cultivadas.
En el período que se extiende entre el siglo X y el siglo XII surgieron los grandes geógrafos peninsulares, de los cuales destacan Al Bakri, Ibn Yubair y Al Idrisi. al-Bakri trabajó esencialmente con fuentes escritas y orales, sin dejar nunca al-Ándalus. Fue autor del Libro de los Caminos y de los Reinos en el cual listaba todos los países conocidos en la época. El libro estaba organizado por entradas, cada una relatando la geografía, historia, clima y pueblo del país en cuestión. Ibn Yubair, secretario del gobernador de Sevilla, realizó en 1183 la peregrinación a La Meca, habiendo aprovechado la ocasión para describir el Mediterráneo oriental, haciendo referencia a los acontecimientos políticos que aquella región del mundo vivía, expresamente las Cruzadas. Al-Idrisi, nacido en Sabtah (Ceuta), recibió su educación en la Córdoba de los Almorávides, pero tuvo que abandonar la ciudad por motivos de persecución política y religiosa, para instalarse en la Sicilia de los normandos. En esta isla escribió el Libro de Rogelio (titulado así por el patrono de al-Idrisi, el rey Rogelio II de Sicilia), donde describía el mundo conocido hasta entonces. Las informaciones de la obra serían plasmadas en un planisferio de plata.
Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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