La expansión musulmana o la expansión del islam comenzó en la península arábiga al suroeste de Asia. Es la denominación que suele darse a las conquistas militares o las reformas de comercio de la civilización árabe musulmana en las que caerían el Imperio sasánida, el norte de África, y la Península Ibérica, incluyendo partes del Imperio bizantino. También está incluida en esta denominación el influjo de los comerciantes en el Magreb y en África, y las misiones hechas en Filipinas.
Este período empezó desde el año 622 cuando Mahoma organizó en Medina un conjunto de soldados que pronto se volvió lo bastante fuerte para unificar toda la península arábiga. Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam tuvo una expansión sorprendentemente rápida durante alrededor de un siglo, favorecido en primera instancia por la debilidad del Imperio bizantino, y ocupó todo el norte de África, Irán, la parte meridional del Asia Central, el oeste del subcontinente indio, España y el sur de Francia. Esta primera etapa concluyó con varias derrotas, como la batalla de Poitiers (732) y otras frente a los bizantino e hindúes, y con la disolución del Califato Omeya.
Durante los siglos siguientes, el islam logró varios avances en otros frentes, como en el resto de Asia Central, en Asia Menor, en el sur de Italia, en Europa oriental, en el Sudeste asiático y en el África subsahariana. Sin embargo, todos estos avances fueron producidos por distintos Estados independientes unos de otros. Mientras estos avances se producían, el islam era obligado a retroceder en Europa occidental, especialmente por la llamada Reconquista española. En el último tercio del siglo XVI, un último Estado musulmán con pretensiones universales, el Imperio Otomano, alcanzó su máxima expansión.
Este período empezó desde el año 622 cuando Mahoma organizó en Medina un conjunto de soldados que pronto se volvió lo bastante fuerte para unificar toda la península arábiga. Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam tuvo una expansión sorprendentemente rápida durante alrededor de un siglo, favorecido en primera instancia por la debilidad del Imperio bizantino, y ocupó todo el norte de África, Irán, la parte meridional del Asia Central, el oeste del subcontinente indio, España y el sur de Francia. Esta primera etapa concluyó con varias derrotas, como la batalla de Poitiers (732) y otras frente a los bizantino e hindúes, y con la disolución del Califato Omeya.
Durante los siglos siguientes, el islam logró varios avances en otros frentes, como en el resto de Asia Central, en Asia Menor, en el sur de Italia, en Europa oriental, en el Sudeste asiático y en el África subsahariana. Sin embargo, todos estos avances fueron producidos por distintos Estados independientes unos de otros. Mientras estos avances se producían, el islam era obligado a retroceder en Europa occidental, especialmente por la llamada Reconquista española. En el último tercio del siglo XVI, un último Estado musulmán con pretensiones universales, el Imperio Otomano, alcanzó su máxima expansión.
A lo largo de este período de casi un milenio tuvieron lugar grandes acontecimientos, hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, sobre todo en el interior del islam, algunos de los cuales fueron causa de su propia destrucción (en especial la forma de gobernarse). Después de la conquista de Arabia llevada a cabo por Mahoma años antes de su muerte y continuada por sus seguidores, lograron unificar el reino en un único gobierno, el cual debía cumplir «la palabra de dios», además de respetar las opiniones de otros ciudadanos, pero eso cambió años después según científicos durante el gobierno de Abdel Mumin, en 1130-1163, después de la muerte de Ibn Tumart
Primeros siglos de la expansión musulmana
Primeros siglos de la expansión musulmana
Expansión árabe en tiempos de Mahoma en la zona I, Abu Bakr en la II, Omar en la III y Uthman en la IV.
Durante sus primeras décadas, el islam se extendió rápidamente hacia el noreste hasta Mesopotamia y Persia; y al oeste hasta Siria, Palestina y Egipto (las provincias más ricas del Imperio bizantino).
El islam impactó en el mundo cristiano y greco-romano poco después de la muerte de Mahoma. Durante el reinado de los Omeyas, la expansión continúa, las conquistas se hacen por vía terrestre hasta el Magreb a fines del siglo VII, y llegan a costas españolas comenzando el siglo VIII. En 711 superan el estrecho de Gibraltar y logran llegar a España. Los moros son detenidos en la batalla de Covadonga en el año 722 en Covadonga, Asturias y en la batalla de Poitiers, en el 732 en Poitiers, Francia. Desde allí vuelven a sus territorios en la Península Ibérica aunque los reyes asturianos, tras la victoria en Covadonga inician la Reconquista dando lugar al Reino de Asturias.
Luego se expandieron hacia Asia central, Bujará, Kabul, y alcanzarán la frontera de la India. Limitarán con el Imperio bizantino, el mar Caspio y el Cáucaso al norte.
El mar Mediterráneo es controlado por el Imperio bizantino luego de la amenaza de las conquistas árabes, quienes construirán una flota y atacarán Constantinopla sin éxito en tres ocasiones. Los bizantinos eran maestros del mar y bloquearon la expansión musulmana, manteniendo de todas formas el comercio con ellos. El mar se constituyó en una frontera, pero sobre todo se convirtió en un mar de comercio. El mapa no cambiaría más hasta el siglo XI.
Cuando los árabes conquistaban un territorio, se establecían en campamentos aparte y vivían del fruto de sus conquistas y de los impuestos aplicados a los no-musulmanes, a cambio de su libertad y su protección. Este impuesto personal se llamaba yizia y era distinto al que pagaban los musulmanes, llamado azaque (que es uno de los cinco pilares del islam).
El siglo VIII se caracteriza por la férrea resistencia del Imperio bizantino, pero también en el interior del mundo musulmán. La agitación es a la vez política y religiosa. Se observa entonces la unificación y la arabización del Imperio (por la lengua, la moneda, la administración), como consecuencia de su islamización (las escuelas son instituidas para aprender el Corán, los juicios son llevados a cabo para responder al derecho musulmán).
Durante sus primeras décadas, el islam se extendió rápidamente hacia el noreste hasta Mesopotamia y Persia; y al oeste hasta Siria, Palestina y Egipto (las provincias más ricas del Imperio bizantino).
El islam impactó en el mundo cristiano y greco-romano poco después de la muerte de Mahoma. Durante el reinado de los Omeyas, la expansión continúa, las conquistas se hacen por vía terrestre hasta el Magreb a fines del siglo VII, y llegan a costas españolas comenzando el siglo VIII. En 711 superan el estrecho de Gibraltar y logran llegar a España. Los moros son detenidos en la batalla de Covadonga en el año 722 en Covadonga, Asturias y en la batalla de Poitiers, en el 732 en Poitiers, Francia. Desde allí vuelven a sus territorios en la Península Ibérica aunque los reyes asturianos, tras la victoria en Covadonga inician la Reconquista dando lugar al Reino de Asturias.
Luego se expandieron hacia Asia central, Bujará, Kabul, y alcanzarán la frontera de la India. Limitarán con el Imperio bizantino, el mar Caspio y el Cáucaso al norte.
El mar Mediterráneo es controlado por el Imperio bizantino luego de la amenaza de las conquistas árabes, quienes construirán una flota y atacarán Constantinopla sin éxito en tres ocasiones. Los bizantinos eran maestros del mar y bloquearon la expansión musulmana, manteniendo de todas formas el comercio con ellos. El mar se constituyó en una frontera, pero sobre todo se convirtió en un mar de comercio. El mapa no cambiaría más hasta el siglo XI.
Cuando los árabes conquistaban un territorio, se establecían en campamentos aparte y vivían del fruto de sus conquistas y de los impuestos aplicados a los no-musulmanes, a cambio de su libertad y su protección. Este impuesto personal se llamaba yizia y era distinto al que pagaban los musulmanes, llamado azaque (que es uno de los cinco pilares del islam).
El siglo VIII se caracteriza por la férrea resistencia del Imperio bizantino, pero también en el interior del mundo musulmán. La agitación es a la vez política y religiosa. Se observa entonces la unificación y la arabización del Imperio (por la lengua, la moneda, la administración), como consecuencia de su islamización (las escuelas son instituidas para aprender el Corán, los juicios son llevados a cabo para responder al derecho musulmán).
Pero hay numerosas secesión es político-religiosas. En efecto, los abasíes fundaron Bagdad. Hay entonces un desplazamiento del centro político hacia el este, que por consecuencia le transferirán corrientes llegadas desde el extremo oriente, pero también significará un desequilibrio pues el centro está alejado del oeste del Imperio. Esto arrastrará las secesiones que derivarán en la formación de tres grandes zonas donde emergerán los califatos.
Estas son las zonas abasí, fatimí y andalusí; se puede aún hablar de unidad religiosa entre los sucesores de Mahoma.
En el siglo IX y el siglo X, el Imperio árabe-musulmán no se expande más, estando sometido a presiones exteriores crecientes.
Del siglo VII al siglo XV
Las tropas de Uqba ibn Nafi entran en Ifriqiya, nombre dado a esta antigua provincia romana, pero se topa con la resistencia de Kusaila. En 683, en el momento de una batalla terrible, Uqba muere así como la inmensa mayoría de sus hombres. Kusaila marcha entonces sobre Kairuán, reinando allí cerca de cinco años, pero refuerzos venidos de Siriadestituyen al rey.
La conquista del Magreb prosigue y en seguida un nuevo ataque gana la región de Aurès, la reina Dijia (Kahena) llega a reunir a varias tribus bereberes y rechaza provisionalmente a los soldados musulmanes hasta Tripolitania (la actual Libia). Cartago es tomado en 698, la resistencia está dominada a partir de 702 y África del Norte es oficialmente conquistada en 711. El mismo año, los primeros contingentes beréberes pasan a Andalucía, dirigidos por Táriq ibn Ziyad. A la fase de organización militar de la conquista, va a sustituirse la administración de un territorio todavía parcialmente insumiso, y convertido.
Las poblaciones afro-árabe-persas de África del este que comerciaban desde hace siglos con los árabes se islamizaron desde el siglo viii. La cultura swahilies a la vez el fruto de este mestizaje y de la islamización de la región.
Europa
Desde el siglo VII, el Imperio se extiende de la península arábiga hasta la península Ibérica. La expansión del islam se hace según el principio de la guerra santa o Yihad, concepto también expresado por Agustín de Hipona según el cual sería justo combatir para la verdadera fe: el cristianismo para Agustín de Hipona, el islam para Mahoma. Aunque se pueda establecer una equivalencia, no toman el término ni la idea de Agustín de Hipona, sino del Corán donde el término aparece en la fórmula «esfuerzo en el camino de Dios», en el sentido de esfuerzo para hacer reinar los derechos de Dios, es decir, para defender el islamismo. Si bien en los primeros siglos de la era cristiana, no hubo guerras de conquistas llevadas explícitamente en nombre de la fe cristiana, sí las hubo en nombre de la fe islámica.
Esta tierra, entonces cristiana, había sido desgastada por las luchas intestinas derivadas contra la herejía(arrianismo en la península Ibérica y donatistas en el Magreb) y, debido a esto, había sido largamente perseguida por el poder imperial. Lo que explica la acogida fácil para los conquistadores, hecho por la mayoría de ellos por lo menos en África del Norte. La Hispania se convertirá en el país de al-Ándalusdurante ochocientos años.
En cambio las corrientes del cristianismo consideraron primero muy negativamente la emergencia del islam. Esta nueva religión ponía obstáculo a su reivindicación de universalismo(“católico” significa universal), y las referencias a los mensajes de la Biblia aparecían en ellos, así como a los judíos, más bien como una herejía cismática(para las corrientes que utilizan este concepto) que como un reconocimiento. La referencia al mensaje cristiano utilizada en el Corán había llegado a Mahoma vía cristianos monofisitas, docetas o nestorianos, es decir, de las corrientes consideradas heréticas por los Concilios de Nicea y Constantinopla.
A lo más, el islam aparecía ante ellos como una forma de competencia ligera, compartiendo su reconocimiento a un Dios único, pero refutando en cambio la idea de Trinidad.
Hasta la llegada de los turcos selyúcidas, sin embargo, la convivencia en Jerusalén sería sin dificultad mayor, a pesar de las invasiones repetidas hacia Europa realizadas por tropas moras que apelan al islam. La situación totalmente cambia con la ocupación turca, que piensa prohibirles a los cristianos el paso hacia los lugares santos.
Una tensión se crea entonces. Para Occidente cristiano, el mahometano se hace el infiel por excelencia, y Mahoma (de donde viene la deformación baphomet) es la imagen de un demonio pérfido, que predica en nombre de Dios para desviar a los fieles de la verdadera fe. A veces es asimilado como el Anticristo, a veces más simplemente hace recordar las palabras que los evangelios atribuyen a Jesús y que advierte contra profetas falsos que vendrán después de él. Desde el lado musulmán se establecen las mismas acusaciones.
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