domingo, 15 de diciembre de 2019

(39B) Reinos Germánicos: Parte II de III

LOS VISIGODOS
La cúspide del poder visigodo fue alcanzada durante el reinado de Eurico (466-84), quien completó la conquista de Hispania. En 507, Alarico II fue derrotado en Vouillé por los francos bajo Clodoveo I, quien perdió todas sus posesiones (a excepción de la Septimania) al norte de los Pirineos. Toledo fue declarada la nueva capital visigótica, y la historia de los visigodos se convirtió esencialmente en la historia de Hispania. Para mayores referencias, se puede consultar la página de la Hispania visigoda.


El Reino visigodo fue debilitado por las guerras con los francos y los vascos y la penetración bizantina en el sur de la actual España. El reino recobró su vigor al final de la sexta centuria bajo Leovigildo y Recaredo. La conversión de estos dos reyes al catolicismo facilitó la fusión de las poblaciones visigoda e hispanorromana. El rey Recesvinto impuso (hacia 654) la ley visigótica común a ambos súbditos godos y romanos, que hasta entonces habían vivido bajo diferentes códigos legales (ver leyes Germánicas). Los Concilios de Toledo se convirtieron en la fuerza principal del estado visigodo, como consecuencia del debilitamiento de la monarquía.

El rey Wamba, sucesor de Recesvinto, fue depuesto por una guerra civil, que luego se tornó en una contienda generalizada a todo el reino. Cuando el último rey, Roderico, alcanzó el trono, sus rivales se avocaron al líder musulmán Táriq Ibn Ziyad, quien, con su victoria (711) en una batalla cerca de Medina Sidonia, terminó con el Reino visigodo e inaugura el período islámico en la historia de España.
EL REINO OSTROGODO

Pueblo ostrogodo
Reino ostrogodo en Italia
El reino ostrogodo fue fundado por Teodorico en la actual Italia después de su victoria contra Odoacro. Teodorico organizó el Reino ostrogodo por su fuerza militar, su habilidad política y por su sabia prudencia con que interpretó la situación de los demás reinos.

En el 488, Teodorico conquista la península itálica por orden del emperador de Oriente Zenón I, de manera de sacárselo de las cercanías de Constantinopla donde sus tropas ya habían mostrado su fuerza. En la península gobernaba Odoacro, quien en 476 había destronado al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo. En 493, Teodorico conquistó Rávena lugar donde murió Odoacro en manos de Teodorico en persona. El poderío de los ostrogodos estaba en ese momento en su cima en Italia, Sicilia, Dalmacia y en las tierras al norte de Italia. Al momento de esta reconquista, los ostrogodos y los visigodos comenzaron a colaborar y esa colaboración se estrechó con el tiempo haciendo de ostrogodos y visigodos una sola nación. El poder de Teodorico se extendió sobre gran parte de Galia e Hispania al convertirse en regente del reino visigodo de Tolosa.

Con la muerte del rey visigodo Alarico II, yerno de Teodorico, en la batalla de Vouillé contra los francos de Clodoveo I, el rey Ostrogodo asume la tutoría de su nieto Amalarico y se reserva el dominio sobre la totalidad de Hispania y sobre una parte de Galia. Tolosa pasa a manos de los francos, pero los godos dominan Narbona y la Septimania: esta región fue la última parte de Galia en donde todavía los godos dominaron y durante muchos años ella fue conocida como Gotia. En el 526, ostrogodos y visigodos se escindieron una vez más. Algunos ejemplos en los cuales todavía se ve que proceden de acuerdo se refieren a asuntos espaciados y sin importancia real. Amalarico heredó el reino visigodo en Hispania y en Septimania. Se agregó la Provenza al dominio del nuevo rey ostrogodo, Atalarico, nieto de Teodorico por parte de su madre Amalasunta.
Ninguno de los dos soberanos pudo liquidar los conflictos que sobrevinieron en el seno de las élites godas. Teodato, primo de Amalasunda y sobrino de Teodorico por parte de la hermana de este último, le sucedió luego de haberlos asesinado cruelmente. No obstante, esta usurpación desencadenaría mayores matanzas aún. Tres reyes godos se sucedieron en el trono en el espacio de cinco años.

La debilidad de la posición de los ostrogodos en Italia se mostró entonces con toda evidencia. El emperador bizantino Justiniano I siempre se había esforzado, en la medida de lo posible, por restaurar el poder imperial sobre la totalidad de la extensión del Mediterráneo; no dejó escapar esta ocasión para actuar.

En 535, encargó a su mejor general, Belisario, atacar a los ostrogodos. Éste invadió Sicilia rápidamente y desembarcó en Italia, donde tomó Nápoles, y luego Roma en 536. Luego marchó hacia el norte y tomó Mediolanum (Milán) y Rávena, la capital de los ostrogodos, en 540. Es entonces cuando Justiniano I ofreció a los godos un generoso acuerdo —algo demasiado generoso a ojos de Belisario—: el derecho a mantener un reino independiente en el noroeste de Italia, pero a condición de que lo compensaran con un tributo consistente en la mitad de su tesoro para el Imperio. Los ostrogodos lo aceptaron.

Después de una invasión persa al Imperio bizantino, Belisario pudo regresar a Italia y se encontró con una situación considerablemente cambiada: Erarico había sido asesinado y la facción pro-romana de la élite goda, derribada.
En 541, los ostrogodos eligieron como nuevo jefe a Totila; este godo «nacionalista», brillante general, había recuperado toda la Italia del Norte y expulsado a los bizantinos fuera de Roma. Belisario entonces volvió a tomar la ofensiva: engañó a Totila para retomar Roma, pero perdió de nuevo la ciudad luego de que Justiniano I, celoso y temeroso de su poder, le cortó el aprovisionamiento y los refuerzos. El general, avejentado, se vio entonces obligado a asegurar la defensa por sus propios medios. En 548, Justiniano I lo reemplazó por el general eunuco Narsés, en quien tenía mayor confianza. Narsés no decepcionó a Justiniano I. Totila fue salvajemente asesinado luego de la batalla de Busta Gallorum (Gualdo Tadino) en julio de 552, y sus partidarios Teya, Aligerno, Escipuarno y Gibal fueron muertos o se rindieron luego de la batalla del Monte Lactario en octubre de 552 o 553.

Widhin, el último jefe de que tenemos testimonio de la armada gótica se rebeló a finales de los años 550s con una ayuda militar mínima de francos y alamanes. La sublevación no tuvo consecuencias: los ostrogodos se sublevaron en Verona y en Brescia, pero la revuelta terminó con la captura de su jefe, en 561. Finalmente, Widhin fue conducido para ser ejecutado allí en 561 o 562. Una minoría, sumisa a los bizantinos y convertida al cristianismo, sobrevivió en Rávena.

LOS LOMBARDOS
En el 568, a tres años de la muerte de Justiniano I, una nueva oleada de germanos provenientes de Panonia, los lombardos, se propagaron por Italia septentrional. Bajo la conducción de Alboino, conquistaron Aquilea, Verona, Milán y Pavía para luego avanzar sobre Spoleto y Benevento. Después de la muerte de Alboino en el 572, asesinado por su sucesor Clefi, siguió un período de anarquía que concluyó con la elección del hijo de Clefi, Aulario, que se esforzó por someter a los duques lombardos a su autoridad y realizar nuevas conquistas. Sus obras fueron continuadas por sus descendientes, hasta que con Liutprando los lombardos llegaron a las puertas de Roma. Más tarde, el rey Astolfo decidió invadir los Estados Pontificios. Pero el Papa Esteban II pidió ayuda al rey franco Pipino el Breve, que descendió a Italia y obligó a Astolfo a abandonar sus planes expansionistas. Carlomagno, el hijo de Pipino, acabó con el reino lombardo tras vencer a Desiderio en Pavía el 774.
OTROS REINOS GERMÁNICOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Invasiones germánicas en la península ibérica.
El reino suevo de Braga
Suevos
Vándalos
Alanos

INGLATERRA ANGLOSAJONA
Anglos, Sajones y Jutos.
Heptarquía Anglosajona, Kent, Sussex, Wessex y Essex.

FRANCIA EN ÉPOCA MEROVINGIA
Francia como término en latín, designa el territorio geográfico de los francos, que establecidos en el limes del Imperio romano, aprovecharon la decadencia de la autoridad romana durante el siglo V, para expandirse en la Galia romana. De entre todos los pueblos francos, los merovingios encabezados por Clodoveo I lograron eliminar toda competencia y aseguraron el dominio de su dinastía sobre los territorios de los francos no romanizados, sobre las romanas Dioecesis Viennensis y Dioecesis Galliarum, ocupando los territorios de los visigodos y burgundios, y sobre parte de territorios germanos no romanizados como Alemania, Turingia o Baviera. De modo que se habrían establecido sobre los territorios de actuales países como Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania Occidental y Suiza.

Francos
Francos salios
Francos ripuarios

BÁRBAROS
Las transformaciones en el mundo romano.

Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas.
Asoladas las provincias... por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
Hidacio, Chronicon (hacia 468).

El texto se refiere concretamente a Hispania y sus provincias, y los bárbaros citados son específicamente los suevos, vándalos y alanos, que en el 406 habían cruzado el limes del Rin (inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia y en torno al 409 habían llegado a la península ibérica; pero la imagen es equivalente en otros momentos y lugares que el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.

Mientras los germanos percibían con admiración a los romanos, a su vez eran percibidos por éstos con una mezcla de desprecio, temor y esperanza (retrospectivamente plasmados en el influyente poema Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis), e incluso se les atribuyó un papel justiciero (aunque involuntario) desde un punto de vista providencialista por parte de los autores cristianos romanos (Orosio y San Agustín). La denominación de bárbaros (βάρβαρος) proviene de la onomatopeya bar-bar con la que los griegos se burlaban de los extranjeros no helénicos, y que los romanos —bárbaros ellos mismos, aunque helenizados— utilizaron desde su propia perspectiva. La denominación invasiones bárbaras fue rechazada por los historiadores alemanes del siglo XIX, momento en el que el término barbarie designaba para las nacientes ciencias sociales un estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salvajismo. Prefirieron acuñar un nuevo término: Völkerwanderung ('Migración de pueblos'), menos violento que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de un pueblo con sus instituciones y cultura, y más general incluso que invasiones germánicas, al incluir a hunos, eslavos y otros.


Fin de la Segunda Parte (2 de 3)
Fuentes: Wikipedia, Afm Elierf
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